sábado, febrero 26, 2005

La Avenida

Aquellas hojas de otoño sobrevolaban la casa numero cinco de la avenida sexta. No parecía que hiciese mucho viento, pero allí estaban, volando en espiral, a ratos de aquí para alla, sin motivo aparente.
Cuando Erns apareció ante la puerta de la casa, nadie se dió cuenta.
La tarde aterrizaba entre la arboleda de la avenida, pero nadie, otra vez, pareció dar importancia a los acordes melancolicos de los rayos de un sol moribundo.
Apenas a un lado y otro de la avenida se podía dar importancia a otra cosa que no fuera la propia vida de sus habitantes.
Quizá no había interes en nada más. Ni importaba que lo hubiese.
Dos sombras con distinta estatura se dibujaban contra la urdimbre de la puerta numero diez.
Es esta una casa de aspecto serio, con un gran ventanal de cristal, donde ahora solo se puede jugar a ver como los rayitos de sol sucumben ante la opacidad cenicienta del cristal.
Parece un hostal, pero nadie tiene más datos.
Con el filo de la oscuridad creciente, las sombras del numero diez se hacen menos evidentes, pero aun durarán, por lo menos hasta el cercano final del dia.
La sombra más alta se queda mirando la que aparenta menor, parece que le disimula un gorrito, y le acomoda un chal de color indefinido.
Son los del numero diez, nadie habla bién de ellos, y aunque son matrimonio, hasta hace poco no se habían dado a conocer por tal. Quizá por miedo a parecer distintos.
Pero aquí nadie es distinto.
La noche pausa su recorrido. En un balcón aparecen tres sombras más.
El balcón tiene un escudo entre sus rejas, parece de raigambre, fuerte, pero apenas está sujeto, y unos ojos dirían que es posible que caiga al menor viento. Parece que está vacio, me he acercado a verlo, está hueco, sin relleno, y con un color a herrumbre sin tiempo, apresurada.
Apenas puede reflejar algo que no sea su propio destino.
Estas sombras parece que estan jugando. Están sentadas, y una de ellas, la más imponente, pone algo sobre una mesa. Parece que están hablando.
Sí.
O jugando. No me importa.
Apenas tres minutos desde que aparecí en la avenida sexta.
Apenas tres pasos.
Apenas nada.
Nada.
No me importa.
Tres minutos, tres pasos y nada despues,
nadie se da cuenta de la desaparición de Erns.

1 comentario:

F_L_I_N_T dijo...

Lo cierto es que ese tipo de preguntas no nos inquieta más que las respuestas que vayan acompañadas.
Teneis razón, lluvia y langus, si tenemos un proyecto de vida con nosotros entonces es posible que tenga algún sentido la mera existencia.

Salu2 a los dos.